miércoles, 4 de noviembre de 2015

Historia creativa, con la colaboración de Álvaro Cajigas

Historia creativa

1.    Reunión del grupo y establecimiento del método a utilizar para sacar una idea a partir del conjunto de imágenes dadas; utilizamos el método brainstorming. De la cual salieron multitud de opciones, unas mejores y otras peores pero cada una aportaba su granito de arena para finalmente decantarnos por un conjunto, mezclarlas y obtener como resultado final la siguiente historia.
Además del brainstorming realizamos una búsqueda en paginas web, vídeos etc…  de cualquier cosa relacionadas con las imágenes y sobre Hawaii, ya que nuestra historia se desarrolla allí.

2.    La historia
Mi nombre es Carlos y vivo en Hawaii, Tengo 57 años y he vivido toda la vida de la pesca con mi barca. Pero los tiburones son abundantes, acechan mi barca e intentan tirarme. Con el paso de el tiempo he aprendido su comportamiento, movimientos, aptitudes y establecido unos patrones por los cuales mediante una serie de tecnicas un tiburon puede ser reducido y que un machete bien afilado puede con cualquier mandibula de tiburón, por grande que sea.
Un día de invierno, más frio de lo normal ya que en Hawaii los inviernos son templados y bastante lluvioso salí de mi cabaña a escasos 25 metros del mar. Hoy tenía que salir a pescar, las previsiones era que el tiempo solo iba a emperorar a partir de hoy y mis reservas eran escasa. Cogí mi destartalado equipo de pesca y me dirigí hacia mi vieja barca, aunque mucho más resistente de lo que su edad aparenta.
De camino a la barca fue sorprendido por dos cadáveres de tiburones, pero no un tiburón cualquiera, sino los más fuertes de la zona. Ambos parecían haber sido matados por otro tiburón dadas las marcas que tenían en su cuerpo, lo cual es extraño, ya que los tiburones no suelen pelear entre ellos.
Con esto en mente me adentré hacia el mar, estaba extremadamente tranquilo a pesar de la lluvia, a penas había peces y los que había erán demasiado pequeños como para que hiciesen una buena cena. Con suerte pronto encontré una zona con un banco de peces y pude pararme a pescar ahí. Poco a poco fui pescando para varios días y parecía que al final la tormenta y la escasez de peces no iban a suponer un problema. Y efectivamente no lo fueron.
Remando hacia la orilla me topé con el problema real de ese día, un tiburón muy grande, probablemente el más grande que he visto en los 50 años que llevo viviendo por y para el mar, saltó sobre mi barco y lo partió en dos como si de un papel se tratase. Traté de escapar, pero él era más rápido que yo y además estaba sediento de sangre e intentó morderme en varias ocasiones, afortunadamente solo se llevó parte de mi ropa, pero yo quedé intacto. Pero yo contaba con una ventaja, y es que cuando llevas toda la vida viviendo en el mar, algo has aprendido. Alcancé mi machete, que por suerte no se había ido demasiado lejos cuando el enorme tiburón rompió mi embarcación en mil pedazos. Intentó atarcame de nuevo, pero no contaba con el machete que atravesaría su vientre y sería lo último que haría en su acuática vida.

Esa noche cené tiburón.

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